Parte de tales diferencias en crecimiento se debe a que nuestro nivel de ingresos per cápita es superior al de Perú: en dólares ajustados por paridad del poder de compra, el año pasado tuvimos un ingreso per cápita 69 por ciento mayor.
Pero lo relevante es la rapidez con que se está cerrando la brecha: en 2000 teníamos un ingreso per cápita 88 por ciento superior, y para 2014 el FMI proyecta que tendremos un producto por persona que será sólo 57 por ciento superior al peruano. Esto muestra de modo muy concreto cómo las diferencias en tasas de crecimiento redundan en pocos años en cierre de brechas de riqueza entre países. Esto no es sólo fruto de las diferencias iniciales en el ingreso de uno y otro, como queda en evidencia en numerosos reportajes que en la prensa internacional abordan el caso peruano, y personajes de la talla política e intelectual de Bill Clinton o Francis Fukuyama, respectivamente, destacan la experiencia peruana.
En nuestro vecino hay un esfuerzo sistemático -que atraviesa ya varios gobiernos- por promover reformas que potencien el crecimiento económico, incluyendo desde apertura comercial hasta flexibilización de los mercados laborales. Muchas de esas reformas han sufrido críticas y se ha cuestionado que ellas no han beneficiado a los sectores más pobres, aunque en los últimos años hay evidencia sólida de que esto ha ocurrido con más fuerza que cuanto se había estimado. Nuestro país, en cambio, ha perdido esa coherencia, y la capacidad de crecimiento de largo plazo se ha deteriorado.
Entre nosotros, la posibilidad de acuerdos reformistas se ve cada vez más lejana, y los dirigentes políticos parecen mucho más atentos a los vetos que imponen diversos grupos de presión. Una suerte de corporativización impide las reformas, y se escucha con creciente fuerza que ellas son políticamente inviables, como si la tarea de los dirigentes políticos no consistiese, precisamente, en hacerlas posibles. Si Chile no se atreve a llevarlas adelante, crece el riesgo de rezago y se diluyen sus posibilidades de ser desarrollado en plazos razonables.