31/10/07

Salvando y Amando a la Presidenta

(Extraido desde revista Que Pasa de hoy miercoles 31 de octubre 2007, este reportaje me parecio interesante por el intento de resolver el gobierno de nuestra gordi en funcion historica y feminista, llevandolo al interior del pensamiento machista que todo país latino posee y del cual - internamente pienso- muchos no votaron por ella dejandose llevar por la imagen de "patron de fundo" de piñera a la que siempre nos ha gustado estar mandados.)

¿Cómo ser presidenta y no morir en el intento?

La otra chica del montón

Si hemos de creerle a la "víctima" en este caso, a la señora Bachelet la están matando. No está claro quién y cómo pero, al parecer, el intento ha sido frustrado a no ser que todavía lo estén planeando, y tengamos, en un tiempo más (¿1.000 días?), otro cadáver en La Moneda. Como sea, ahora sabemos el motivo de tan macabro propósito, según ella es porque es presidenta y mujer.

A simple vista, el comentario es paranoico, que no es lo mismo que "histérico", término machista que, una vez antes, prohibió que usáramos: "Si Lagos hablaba fuerte era un hombre de carácter. Si yo hablo fuerte, soy histérica". Pero tampoco se nos vaya a ocurrir calificarlo como paranoia. Esta es una patología a la que son muy dados los "hombres fuertes" cuando, aferrados al poder, sospechan que han sido abandonados. No, ella no es ni "fuerte" en sentido típico, ni hombre. No puede tratarse de paranoia, aunque, obviamente ella ejerce un cargo poderoso, muy masculino, y no como se supone que un falócrata cualquiera lo podría ejercer. De lo que se deduce que Bachelet se siente desdichada y sin apoyo (sólo cuenta con un 35% de la opinión pública). Es decir, la situación es la que la está "matando"; se metió en un tete, en un Club de Toby donde, ella misma lo reconoce, "para funcionar sólo existen las reglas del juego masculino". Así y todo, como esas divas de ópera a punto de morir, hay que seguir cantando, a la espera de que el aplauso del público la haga revivir.

Ergo, ¡femicidio político! Suena a algo sumamente grave que aparece a diario en la televisión, despeja toda duda, nos dice quiénes son los buenos y malos y, para qué andamos con sutilezas, combinar crónica roja y política es comunicacionalmente imbatible. No será de gusto, quizá, para quienes leen el Financial Times, pero qué importa, los lectores de Punto Final sí la entienden. "Al borde de un ataque de nervios", se pregunta, "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", en fin, muy de nuestra época, muy Almodóvar su última aparición en escena.

En perspectiva histórica

Con todo, ella tiene un punto a su favor. Mujer y poder han sido percibidos siempre como una amenaza. Y, a juzgar por cómo se las ha tratado vulgar y emblemáticamente, concedámosle el punto, pongámonos en su lugar. Si son asertivas, se las "degenera" y tacha de masculinas (la Thatcher y Golda Meier). Si son autocráticas es porque seguramente hay uno o más hombres detrás y serían sólo monigotas, sexo débil que requiere de asistencia báculo-viril (Isabel I de Inglaterra, Catalina la Grande y la Zarina dominada por Rasputín). Si son bonitas, de seguro que son tontas (María Antonieta): ¡córtenle la cabeza! Si son feas y se rodean de hombres jóvenes buenosmozos y ambiciosos, es porque son putas (María Luisa, mujer de Carlos IV de España, amante de Godoy). Si son intachables, no nos equivoquemos, son hipócritas (la reina Victoria). Si el pueblo las quiere, cuidado, tildémoslas de "loca". Así se confabularon, padre, marido, hijo y nieto en contra de Juana I de Castilla, declarándola desequilibrada e inepta, y, por favor, que ni asomara su nariz fuera del monasterio donde la recluyeron de por vida.

Nosotros hemos seguido la misma política. A sabiendas de que Inés Suárez se las traía -sin su valiente defensa de Santiago seríamos la primera república indígena americana-, Valdivia no encontró mejor solución que deshacerse de ella y confiarla a uno de sus lugartenientes. Lo que es La Quintrala, dicen las feministas, no habría sido todo lo bruja como la suponemos. Su leyenda (que envenenó a su padre y mataba a sus amantes, que trató de despacharse al gobernador, que azotaba a los esclavos) no sería más que un "asesinato de imagen", y todo porque era inmensamente rica y voluntariosa.

En nuestra época, y no digamos que por mera coincidencia, a la primera mujer senadora, fundadora del primer partido feminista, María de la Cruz, amiga de Perón, baluarte de Ibáñez, fogosa tribunicia, la desaforaron y despojaron de su cargo por comercio ilegal de relojes. A Evelyn Matthei, todos lo recordarán, la pretendió aniquilar Piñera por teléfono en un bochornoso incidente que la senadora, curiosamente, pasó por alto el otro día cuando las emprendió, sin una pizca de lealtad de género, en contra de la presidenta.

La vida de los otros

Sean o no verídicos los descargos anteriores, el cúmulo de evidencia es tal que inclina la balanza a favor de la presidenta y en contra del machismo. Pero, veamos, ¿no será que la traición, tema que la obsesiona, la hace exagerar la nota? Para mentalidades tipo "búnker", acostumbradas a funcionar en células y exigir lealtad total, son siempre "otros" los pecadores, no pueden no serlo; son ellos los que impiden llevar a cabo los más altruistas propósitos. Y, si en su momento había que vigilarlos hasta dar con el pecado y denunciarlos, no porque hoy no se pueda o resulte impresentable intentarlo, significa que hay que dejar de creer en el comportamiento pecaminoso ajeno.

Recién elegida, Bachelet confesó que uno de sus libros favoritos era, en género de "no ficción", Los Idus de Marzo de Thornton Wilder porque, como explicó, "las cartas de Julio César muestran que hace mucho tiempo existían las mismas batallas por el poder". El libro es una recopilación de cartas que circulan justo antes de la muerte del César, escritas por el Dictador y quienes complotan para asesinarlo, pero no son auténticas. Se trata de una magnífica novela histórica, de lo que infiero que Bachelet tiende a confundir realidad con ficción. Un pecado venial; los políticos están convencidos que el poder es siempre real. Suelen creerse literalmente el "cuento". A juzgar por sus preferencias como lectora, Bachelet siente una atracción-repulsión voyerista respecto a los juegos mortales que involucran al poder. Un botón de muestra: la carta que Clodia, conspiradora, le escribe al César y que deja a cualquiera helado: "Pero tú eres responsable de mí. Me hiciste lo que soy. Yo soy tu criatura. Tú, un monstruo, me has hecho un monstruo". ¿Quién es el monstruo que ahora se estaría deshaciendo de ella tan cruelmente?

Bachelet es compleja. Cree que, en torno al poder, se fraguan conspiraciones. Y como su gobierno ha estado en las cuerdas, se apoya en su único legado -en eso no se equivoca-: haber sido la primera mujer presidenta. Es lo único que la puede salvar a estas alturas. Que la "maten" por eso (ella ha hablado de femicidio) la convierte en mártir.